domingo, mayo 07, 2006

EN EL CASINO



En Navidad, hace tiempo.

Hay quien dice que no recuerda nevada parecida en la localidad. Sea así o no, por las calles hay dos palmos de nieve. En los campos no se distingue una viña de un rastrojo y el frío po­ne notas de color en las mejillas de los escasos transeúntes. Estamos resguardados en el casino después de cenar. El coñac nos proporciona un agradable calor inte­rior. Eulalio es el barbero del pueblo, es peque­ño y al hablar agita mucho las ma­nos. Lleva fijador en el pelo, bueno decir fijador es un eufemismo, más que fijador pare­ce grasa de tractor. Da la impresión de estar bastante bebido, lo que no es una novedad. Se acerca a Javierete y le pide 5.000 pts., después de contarle que lleva perdidas 3.000 arriba jugando al bacarrá. Recibe la ne­gativa con buen humor y se aleja a la busca de otro pichón. En la barra está Diego " el burraco ". Su pelo no se acuerda ya del planchado de la ma­ñana y bebe ginebra con limón desde hace rato. Está reconocido como el mejor electricista de automóviles de la Mancha. Le cuenta algo a Jose. A éste no le in­teresa y quizá a él tampoco. Otra vez se nos acerca Eulalio y trae un hombre que luego nos enteraremos que se llama - o le llaman - Bole­to. Es carnicero y tiene un bar. Lleva boina, blusón negro largo - casi no se ven ya - y bo­tas de vendimia. Sus cejas parecen una uve in­vertida y quizá eso es lo que da a su cara ese aire de tristeza gris, o quizás son los tres mil duros que dice haber perdido. Se sienta al lado de Smitty - boina, gafas muy gruesas, cha­queta y chaleco de lo que debió ser un traje marrón de espiguilla, pantalones vaqueros azu­les y botos –. Smitty es norteamericano y amigo de Javierete. Cuenta que está haciendo un viaje por Europa aunque, la verdad, no sabemos cómo se han conocido y ha llegado hasta aquí. Posiblemente la impresión de estos días le dure años. Viaja siempre con su guitarra, un atril y una banquetita especial para apoyar el pie. Raro, muy raro. Boleto mira a Smitty y éste mira a Javierete como pidiendo ayuda. Luego nos diría que lo primero que le pasó por la imaginación fue la sencillez elemental de aquel hombre. Que le llamó la atención pero no podía dar razones de ese pensamiento. Niño, danos un golpe a estos señores y a mí. Nuestras copas se vuelven a llenar. Boleto mira a Smitty. Smitty mira a Boleto. Boleto di­ce, coño! Smitty le da la copa de vino. Bole­to bebe y dice gracias. Eulalio habla con el pre­sidente del casino - pequeño, delgado, feo y con ciertos aires de intelectual - que parece que nos ha tomado cariño, o quizá es que le gusta hablar con nosotros. Es posible, también, que no quede nadie con quién hablar. Le da a Eulalio 1.000 pts. Nos saluda, se sienta, invita a una ronda y habla de metafísica. Es ampuloso y grandilocuente. No le entendemos ni más ni menos de lo que se entiende él mismo y, así, todos más tristes.

Continuará...

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