
Amiga mía, en mi pecho hay
un lamento sostenido
y un espejo roto.
No sé darte mas que el silencio
de mis horas de lucidez
y la sombra de mis manos;
la amapola que cogimos al amanecer
y la alegría indomable de mi espíritu,
el llanto de la cigarra
y el musgo donde reposo,
la primera palabra de la mañana
y la última gota de la botella,
una lágrima que se perdió ayer
una risa que se escapa hoy
y el niño que llorará mañana.
un lamento sostenido
y un espejo roto.
No sé darte mas que el silencio
de mis horas de lucidez
y la sombra de mis manos;
la amapola que cogimos al amanecer
y la alegría indomable de mi espíritu,
el llanto de la cigarra
y el musgo donde reposo,
la primera palabra de la mañana
y la última gota de la botella,
una lágrima que se perdió ayer
una risa que se escapa hoy
y el niño que llorará mañana.

Amiga mía, en mí te está esperando
la voz que conociste,
y tengo para ti
todo un día de caricias
y una silla, y una cama, y una copa, y el calor
y no habrá reloj que cante
ni cipreses polvorientos;

Y el grito morderá las paredes
rabioso ante su impotencia.