
Cuando la luz se va de la habitación, y las sombras
empiezan a ocupar su lugar, se siente una especial claridad
en las ideas y los deseos se vuelven apremiantes.
El payaso equilibrista con las piernas colgantes
parece soportar con resignación su inmovilidad,
esperando una mano amiga que le dé vida, al menos una vez más.
...quizás mañana...